Índice analítico

Vulnerabilidad

El término vulnerabilidad se integró en la temática ambiental debido a los desastres naturales, a los trabajos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y a las evaluaciones sobre la vulnerabilidad de poblaciones en riesgo de sufrir escasez de alimentos, que llevó a cabo el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en diversos países del mundo.



En general, la vulnerabilidad se refiere a un estado de fragilidad, de precariedad, como la idea de un riesgo de lesión o de agravación de una circunstancia. Las personas vulnerables están expuestas a la probabilidad de que ocurra un evento que es externo a ellas y que sería el origen de los daños para los individuos, la colectividad o, incluso, el ambiente. Asociada a la seguridad alimentaria, la vulnerabilidad se refiere a la existencia de un riesgo que amenaza el acceso a una alimentación sana y adecuada, y que responda a las necesidades nutricionales de las personas. Este riesgo puede ser causado por la degradación de los recursos naturales, la pérdida de tierras agrícolas, el cambio climático, o por una situación política frágil e inestable, etc.

Cabe destacar que desde los años noventa, la perspectiva de vulnerabilidad se centra sobre grupos o entidades social o económicamente expuestas a cambios ambientales (trabajadores agrícolas, pescadores artesanales, etc.) y ya no sólo sobre los riesgos que corre propiamente la naturaleza.

El término y el análisis de la vulnerabilidad se ha traído a colación en una serie de conferencias, seminarios internacionales, declaraciones (como la celebrada en Cochabamba sobre la “Seguridad Alimentaria con soberanía en las Américas”, 2012) y en documentos de la FAO, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), del IPCC, de la Organización Panamericana de la Salud o, incluso, del PMA.

Los humanos destruyen las bacterias por miles de millones y las bacterias matan humanos por millones; los humanos sobrevivientes se debilitan, las bacterias sobrevivientes se vuelven más fuertes. Es ciertamente útil e indispensable aprender a trabajar con ellas para “refrescar el planeta”, tratar sosteniblemente la contaminación, proponer verdaderas soluciones para una energía alternativa, considerar tratamientos y antibióticos nuevos para curas menos riesgosas. Igualmente, hay que informar y educar a los consumidores que reproducen diariamente gestos que, si no ponen atención, estos los ex-ponen a peligros. Esta vigilancia debe ejercerse también en fases anteriores, con respecto a los profesionales, en los cuales el último eslabón de la cadena confía naturalmente.

En este aspecto, los juristas tienen sin duda ante sí un considerable trabajo. Deben tener siempre en mente las palabras clave que son la responsabilidad y la trazabilidad, y fijar el cursor entre lo tolerado y lo intolerable. Sin duda, un esfuerzo de clarificación del derecho continúa pendiente, el cual podría impulsar a la adopción de una ley marco, suficientemente precisa para definir las obligaciones y las sanciones, y suficientemente flexible como para permitir abarcar el mayor número de accidentes. En todo caso, el jurista debe saber que luchar intensamente contra las bacterias, sus habilidades, sus propiedades, su potencial es absurdo; ellas terminarán por reenmarcarnos, diezmarnos antes de eliminarnos, por cuanto, sobre la Tierra, las bacterias tienen todos los derechos sin tener que responder por ellos.




RAFAEL GONZÁLEZ BALLAR

Véase también:Riesgo ambientalSeguridad alimentaria.