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Especulación

Especular es tomar una posición riesgosa en el mercado, la que se supone anticipa la evolución futura de los precios. A partir de ahí, ¿cómo negar que la especulación contribuye a la formación de los precios de los productos alimentarios? En efecto, este procedimiento siempre ha sido inherente a los mercados de materias primas agrícolas y, en general, al comercio internacional. Sin embargo, la especulación toma actualmente un aspecto y una amplitud particulares, que sin duda las convierten en una de las causas de la crisis alimentaria que afecta a muchos países.



Así, en su origen, la especulación no es un “mal”, sino más bien un aspecto beneficioso para los actores de la cadena alimentaria. Esta se volvió posible gracias a la aparición de contratos a término sobre los productos alimenticios, que permitieron aplazar en el tiempo la ejecución de una transacción de compra o de venta de estos productos. Poco a poco, a partir del siglo XIX, estos contratos a término se convirtieron en verdaderos instrumentos financieros, negociados en mercados a plazo, distintos de los mercados físicos de materias primas (por ejemplo, el Chicago Board of Trade, fundado en 1848) y dotados de una cámara de compensación. El fin original consistía en garantizarle a los vendedores y compradores potenciales de mercancías la existencia de una cobertura, es decir, una especie de seguro contra el riesgo de volatilidad de los precios de los productos básicos. En concreto, los vendedores o compradores adquieren en los mercados a término una posición inversa de aquella que tienen en los mercados físicos, para compensar las pérdidas eventuales. En suma, la especulación es indispensable para la aplicación de esta cobertura. Los mercados a plazo se presentan incluso como una de las soluciones a la inestabilidad de los ingresos agrícolas. Además, el desarrollo de los instrumentos financieros derivados permitió a la especulación reforzar la liquidez de los mercados. Asimismo, las transacciones concluyen rara vez con su terminación en el plazo previsto; las opciones y las promesas son revendidas rápidamente. En cualquier caso, un vendedor siempre está seguro de encontrar un comprador y viceversa…

Igualmente, una especulación excesiva acentúa inexorablemente la tendencia de los precios en los mercados físicos y amplifica los movimientos a la alza o a la baja. En estas circunstancias, ella perturba los mercados en lugar de estimularlos. La afirmación es válida para cualquier mercado. El problema es que se está aquí ante uno de los mercados más importantes – el de los productos alimentarios, donde las consecuencias de una burbuja especulativa son aún más graves que en un mercado financiero. Desafortunadamente, estos excesos y sus tristes consecuencias ya son una realidad.

Los excesos de la especulación provienen en particular de una transformación en la estructura de los mercados a plazo, que se “financiarizaron”. En efecto, durante los últimos diez años, los instrumentos financieros negociados en estos mercados son utilizados masivamente por simples inversionistas que no son ni compradores ni vendedores potenciales de productos agrícolas. Ellos están motivados exclusivamente por los rendimientos de estos instrumentos. Actualmente, los derivados de materias primas son activos como otros tantos que figuran en los portafolios de los inversionistas y resultan ser muy solicitados por algunos fondos muy especulativos (los hedge funds). Este entusiasmo se explica por la tendencia actual al alza de los precios de los productos agrícolas, que es una consecuencia inevitable de su escasez y del aumento de la población mundial. La magnitud del fenómeno es tal que en el curso de la última década, los fondos invertidos en estos instrumentos se multiplican por veinte. Esta financiación de los mercados a plazo amplifica considerablemente el alza de los precios de los productos agrícolas subyacentes y provoca una volatilidad de sus precios hasta ahora sin precedentes.

La mayoría de los especialistas estiman hoy que estos excesos de la especulación contribuyeron a agravar la crisis alimentaria. Los “disturbios del hambre” que estallaron en los países más pobres del mundo en 2007 y 2008 lo confirman de manera elocuente. Por ello, la regulación de los mercados de instrumentos financieros derivados de materias primas agrícolas parece convertirse actualmente en una prioridad para los Gobiernos. Es inconcebible dejar que la especulación conduzca a un aumento desmedido de los precios de los productos alimentarios. Tanto el G20 como las autoridades europeas y estadounidenses han expresado su voluntad de regulación. Además, por primera vez, en junio de 2011 se organizó un G20 sobre agricultura. En otras palabras, se está en presencia de un “cambio de paradigma” donde se pasa de un principio de libertad a un sistema de control.

No obstante, la regulación de estos mercados es una tarea difícil. Algunas medidas ya han sido tomadas en ese sentido en los Estados Unidos, y están en preparación en Europa.
En el nivel internacional, la Organización Internacional de Comisiones de Valores (OICV; en inglés: International Organization of Securities Commissions – IOSCO) formuló recomendaciones para el mejoramiento de la regulación y supervisión de los mercados de derivados de materias primas. El 23 de junio de 2011, un G20 agrícola se fijó por primera vez el objetivo de volver más seguros los mercados bursátiles de materias primas agrícolas mediante un conjunto de medidas: aumentar la producción y la productividad agrícolas, a través de una iniciativa internacional de investigación para el mejoramiento del trigo; mejorar la información y la transparencia de los mercados agrícolas gracias a un nuevo sistema de información (AMIS en inglés), iniciado en Roma el 16 de septiembre de 2011; reducir los efectos de la volatilidad de precios para los países más vulnerables; regular los mercados financieros, en particular en lo relativo a los mercados de los derivados de materias primas.

En los Estados Unidos, algunas iniciativas se han emprendido para limitar las intervenciones de los hedge funds en los mercados de productos derivados y para prohibir las intervenciones en estos mercados cuando no existe la intención de entregar físicamente la materia prima subyacente. En octubre de 2011, la Commodity Futures Trading Commission (CFTC), que regula los mercados a término en Estados Unidos, decidió limitar las posiciones especulativas.




En definitiva, regular la especulación sobre las materias primas agrícolas supone dos tipos de esfuerzos. En primer lugar, una mayor transparencia de los instrumentos financieros derivados y de los mercados a término que, por el momento, son débilmente supervisados por los reguladores financieros. En segundo lugar, la regulación requiere el establecimiento de medidas concretas y armonizadas para el conjunto de los mercados, que limiten la toma de posiciones estrictamente financieras, es decir, aquellas que están desprovistas de una intención de entregar los productos alimentarios.

Sin embargo, existen críticas sobre estos intentos de regular la especulación. Para algunos, la especulación es un “mal necesario”, por cuanto tiene a la vez aspectos negativos y positivos. Los defensores de esta opinión estiman que, a largo plazo, las negociaciones en los mercados físicos siempre terminan por regular el exceso de especulación (por ejemplo, los vendedores que aprovechan el aumento de los precios para vender sus productos y de ese modo limitan el fenómeno especulativo). Para ellos, las causas del incremento de los precios residen en los fenómenos reales (la oferta y la demanda en los mercados físicos, las cosechas, el clima, etc.). Las soluciones se encontrarían, por tanto, más en el ámbito de la política alimentaria que en el de la regulación de los mercados (por ejemplo, aumentar las reservas, reducir la producción de biocombustibles, alentar hábitos alimenticios más “razonables” y combatir, especialmente, el despilfarro de alimentos). Al respecto, cabe señalar que desde 2009, Francia apoyó la creación de un sistema global de almacenamiento de alimentos. La oferta de los productores, sometida a los cambios climáticos y a las variaciones de precios se encontraría así regulada por el almacenamiento de alimentos no perecederos en el corto plazo.

Estas críticas, de inspiración neoliberal, subrayan atinadamente que ninguna regulación del mercado puede, por sí sola, resolver un problema de insuficiencia de la producción. Sobre el particular, la experiencia histórica muestra que la formación de burbujas especulativas no está necesariamente vinculada con un desequilibrio verdadero entre la oferta y la demanda. En efecto, a diferencia de los mercados ordinarios, los mercados financieros se caracterizan por la inestabilidad crónica. Según André Orléan, por cuanto los bienes intercambiados en estos mercados son activos, un aumento de sus precios no conduce a una disminución de la demanda, sino más bien a un aumento suplementario de esta última, debido a que su rentabilidad se incrementa. Los especuladores adoptan un comportamiento mimético, cada uno imitando lo que otros hacen. Así que no existe ninguna fuerza que llame a mantener los precios dentro de límites razonables, hasta la explosión de la burbuja, que provoca entonces una caída exagerada de los precios. En ambas fases, en estos mercados particulares que son el mercado inmobiliario y el mercado de las materias primas agrícolas (donde se intercambian bienes que son, al mismo tiempo, activos financieros y “mercancías” indispensables para las poblaciones), los impactos sociales de estos precios excesivamente altos, luego excesivamente bajos, resultan ser devastadores. Por ello, la regulación de estos mercados implica, sobre todo, hacer la especulación más costosa y más difícil, para reducir su atractivo para los inversionistas y limitar, en última instancia, su influencia en la fijación de precios.




Bibliografía sugerida:  BOUSSARD, J.-M., DELORME, H. (dir.) (2007), La régulation des marchés agricoles internationaux, Paris, éd. L’Harmattan;  COMISION EUROPEA (2011), Abordar los retos de los mercados de productos básicos y de las materias primas, COM (2011) 25 final;  G 20 (2011), Action plan on food price volatility and agriculture (con-sultable en línea);  ORLEAN, A. (2009), De l’euphorie à la panique : penser la crise fi-nancière, CEPREMAP, éd. Rue d’Ulm/Presses de l’École normale supérieure (consultable en línea).

IRINA PARACHKEVOVA, MARINA TELLER Y LAURE DESPRES

Véase también:Crisis AlimentariaInstrumentos financierosMaterias primas agrícolasRevueltas del hambreRiesgo.