Presentación
A
B
C
D
E
F
I
M
O
P
R
S
T
Agrocombustibles
En los últimos años, la producción y el consumo de agrocombustibles han aumentado considerablemente tanto en la Unión Europea como en otras partes del mundo, suscitando importantes controversias sobre sus resultados en el medio ambiente, en el ámbito socioeconómico y financiero global.
La denominación de estos combustibles de origen agrícola es el punto medular de la lucha entre las partes del debate sobre esta opción energética. El término “agrocombustibles” es utilizado por el mundo asociativo y una parte de la comunidad científica, mientras que los Estados y los actores agrícolas y agroindustriales hablan de “biocombustibles”. Sin embargo, la gran desventaja del término “biocombustibles” es que se trata de una desafortunada traducción del inglés “biofuels”, que sugiere la idea errónea de que estos combustibles se producen de acuerdo a las normas de agricultura sostenible.
En materia de agrocarburantes, hay que distinguir el etanol -obtenido por fermentación de azúcar de la remolacha, del maíz, del trigo (froment), de la caña de azúcar, etc.- del biodiesel, obtenido por reacción química del aceite vegetal contenido en los granos de colza, de soja, de girasol, o en los frutos de palma de aceite, etc. El etanol puede mezclarse con la gasolina, el biodiesel con el diesel; el uno y el otro en proporciones que dependen del grado de adaptación de los motores de los vehículos.
La producción mundial de agrocombustibles se ha quintuplicado desde el comienzo del nuevo milenio, superando más de 50 millones de toneladas equivalentes de petróleo (tep) en 2009, que es más que el consumo de combustible combinado de Francia y Bélgica el mismo año… Los principales productores son, en orden descendente, los Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea. Sin embargo, Canadá y países como Argentina, China, Malasia e Indonesia tienen una capacidad de producción respetable y grandes ambiciones. En toda la Unión Europea, el consumo impulsado por Francia y Alemania, se ha multiplicado por diez entre 2003 y 2010, para alcanzar el 4,7% del combustible utilizado en el transporte.
Lo que conviene calificar como un “boom” de los agrocombustibles deriva directamente de la adopción de políticas públicas para estimular su uso y/o hacerlo obligatorio. De hecho, los costos de producción del etanol y biodiesel siguen siendo mucho más elevados que los combustibles convencionales. En la Unión Europea, la Directiva 2009/28/CE de 23 de abril de 2009, relativa al fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables (Directiva denominada “energías renovables”), obliga a cada Estado miembro a aumentar de manera constante la tasa de energía renovable en el transporte, con el fin de alcanzar el 10% en 2020 (energía renovable constituida en un 90% de biocombustibles). En los EE.UU., el programa denominado Renewable Fuel Standard establece metas en volumen absoluto: 136 millardos de litros de energías renovables en 2022 (contra 50 millardos en 2010).
Este interés de los tomadores de decisión europeos por los agrocombustibles forma parte de un interés cada vez mayor, desde el cambio del nuevo milenio, por las cuestiones energéticas y climáticas. Con otras energías renovables (eólica, solar, hidráulica), los tomadores de decisión tratan de reducir la creciente dependencia externa de la economía europea, de los recursos energéticos finitos y cada vez más volátiles. De forma paralela, los agrocombustibles, cuya huella de carbono es supuestamente mejor que la de los combustibles fósiles, se espera que participen en los esfuerzos de la Unión Europea en la lucha contra el calentamiento global. Por otra parte, en una dimensión menos evocada, la utilización a gran escala de combustibles de origen agrícola responde simultáneamente a un tercer gran objetivo: ofrecer una nueva salida para una ocupación agrícola fuertemente vulnerable, tras las sucesivas reformas de la Política Agrícola Común.
Lógicamente, la explosión de la demanda de materias primas agrícolas para la industria del etanol y el biodiesel ha agitado el sistema alimentario mundial. De hecho, las cantidades en juego son gigantescas. Los Estados Unidos, el mayor productor y exportador de maíz en todo el mundo, destinó en 2011 más de un 40% de su cosecha para la producción de etanol. Según un estudio de 2011 del muy respetable Internacional Food Policy Research Institute, los agrocombustibles han absorbido, en 2010, el 16% de aceite vegetal, el 15% del maíz y el 2% de trigo en todo el mundo. En el contexto de los mercados agrícolas cada vez más internacionalizados, los efectos colaterales problemáticos de estas muestras son por lo menos de tres órdenes.
En primer lugar, los mercados agrícolas son objeto de un debate apasionado (“alimentos vs combustible”) y de una avalancha de informes desde la crisis alimentaria de 2007-2008. La parte precisa de responsabilidad de los agrocombustibles en las fluctuaciones de los precios de estos, durante los últimos años no es fácil de determinar, en el tanto que interactúan de manera compleja con otros factores (aumento de la demanda de los países emergentes, fenómenos climáticos, la especulación sobre materias primas). Debido a su papel en la disminución de las reservas internacionales y de su naturaleza inelástica (porque es políticamente limitada), el impacto de esta demanda es, en todo caso, considerable, al punto que en 2011 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) hicieron un llamado conjunto a los países industrializados para que flexibilicen sus objetivos de consumo.
Por otra parte, directa o indirectamente, las materias primas de la mayor parte de los agro-combustibles que se consumen en la Unión Europea son importadas de los países en desarrollo. Esta oportunidad económica, que en teoría podría beneficiar a todas las zonas rurales, en gran medida ha sido tomada por la agricultura industrial (caña de azúcar en Brasil, la soja en Argentina, el aceite de palma en Malasia, Indonesia y Colombia), debido a la creciente integración de las cadenas de exportación de los productos agrícolas. Sin embargo, el aumento de la presión de los grandes actores económicos sobre las tierras más fértiles y mejor situadas, es un factor de aumento del precio de la tierra y de la evicción de los productores más pobres.
Por último, los primeros balances energéticos y ambientales de los sectores agrocombustibles se han concentrado en las etapas de producción (equipos, fertilizantes, transporte, transformación, distribución) y han subestimado gravemente la dimensión crucial del “cambio de uso de la tierra” (CAS) que causan. Es necesario saber que más del 80% del aumento de la producción agrícola global provocada por esta nueva demanda, será satisfecha por un aumento de las superficies cultivadas a nivel mundial (siendo el resultado de rendimientos más altos). No obstante, según las Naciones Unidas, el cultivo de los ambientes naturales (bosques primarios, praderas, sabanas) es el primer factor de pérdida de biodiversidad en todo el mundo. Además, teniendo en cuenta las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes del cultivo de estos “pozos de carbono”, se compromete el balance de carbono “positivo” de varios sectores.
Frente a la magnitud de la crítica, la Comisión Europea decidió incluir en la Directiva 2009/28/CE “criterios de sostenibilidad” para garantizar la dimensión “verde” de los agrocombustibles contabilizados. El objeto del artículo 17 es, en primer lugar, promover sólo aquellos cuya huella de carbono es superior al 35% por lo menos equivalente a la de los combustibles fósiles (porcentaje que se eleva al 50% en 2017, luego al 60% en 2018), por otra parte, para resolver el problema del CAS, se excluyen aquellos agrocombustibles cuyas materias primas provienen de tierras que representaban un gran valor en términos de biodiversidad y/o de retención de carbono teniendo como referente el mes de enero de 2008.
Además se olvidan de algunos intercambios ambientales (protección del suelo y agua) y los aspectos sociales, la alimentación y de la tierra (que son objeto de un informe bianual presentado al Parlamento y al Consejo por la Comisión Europea), éstos criterios pecan de no tomar en cuenta un fenómeno familiar para los geógrafos agrarios: los efectos de desplazamiento de la producción agrícola. Obligar a las fábricas de agrocombustibles a aprovisionarse de cultivos europeos o certificados implica la evicción de usos previos (alimentación humana, forraje, la industria), que tienen que recurrir a sectores no controlados. De esa manera, las plantas de biodiesel que ahora absorben la mayoría de colza europea, obligan a la industria alimentaria a plegarse al aceite de palma de plantaciones en Indonesia, donde la deforestación está en pleno apogeo. Por lo tanto, el problema de la CAS no se ha resuelto, sólo se desplazó.
Los efectos indirectos, difíciles de controlar, de las políticas en materia de agrocombustibles no implican necesariamente que deba renunciarse a la biomasa agrícola como fuente de energía. Sin embargo, nos invitan a abandonar los objetivos rígidos para considerar una política flexible e inteligente, cuyos objetivos de consumo serían revisados periódicamente como parte de una gestión de la oferta para satisfacer los intereses de los productores, de los consumidores y del medio ambiente del sur y del norte. Son los agrocombustibles y no éstas últimas dimensiones, que deben servir como «variable de ajuste».
Bibliografía sugerida: DUTERME, B., POLET, F. (coord.) (2011), Agro-carburants au Sud : impacts au Sud ?, Paris, éd. Syllepse, coll. Alternatives Sud; LABORDE, D. (2011), Domestic Policies in a Globalized World: What You Do is What I Get. Consequences of biofuel mandates for global price stability, International Food Policy Research Institute (consultable en línea); PERSILLET, V. (2012), Les agrocarburants de première généra-tion : un bilan mitigé, Synthèse de l’INRA, n° 1 (consultable en línea); TANGERMANN, S. (2007), Biocarburants et sécurité alimentaire, Économie rurale, n° 300 (consultable en línea).
FRANÇOIS POLET
Véase también: – Acaparamiento de tierras – Agricultura – Biodiversidad – Crisis alimentaria – Seguridad alimentaria.